Sentir, Doler

Hace no mucho escuché comentar a una persona conocida (y muy valiente a la hora de exponerse, y mostrar sus vulnerabilidades), que sólo sentía su cuerpo cuando le dolía, y que en consecuencia no quería sentirlo. dolerSegún explicaba, en esa relación suya con su cuerpo a través del dolor, sólo cuando el cuerpo dolía mucho, o directamente cuando se sentía enferma, se paraba a escucharlo y se permitía descansar.

Tengo la sensación de que, en el fondo, esto es algo muy frecuente en nuestro mundo. Nos da vértigo sentir lo que sea que nuestro cuerpo nos comunica, por lo que los mensajes han de ser expresados en voz muy alta (dolores) para que nos detengamos a escucharlos. O a descansar.

¿Qué diferencia hay entre una sensación y un dolor? La RAE dice que es una sensación es la “impresión que las cosas producen por medio de los sentidos”. ¿Y un dolor? La RAE, de nuevo, afirma que es una “sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo por causa interior o exterior”. En lenguaje coloquial, diríamos que es una cuestión de grados y matices. ¿Pero qué pasa si parece que todo nos duele, que no nos enteramos de nuestro cuerpo salvo a través de molestias, si sentir nos duele?

Escuchando a esta persona hablar recordé de repente el libro “No es lo mismo” (de Silvia Guarnieri y Miriam Ortiz de Zárate) que plantea distinciones lingüísticas para utilizar en las sesiones coaching. Vemos el mundo a través de nuestro lenguaje, por lo que a veces, cambiar las palabras y comenzar a hablar de responsabilidad, en lugar de culpa, o diferenciar entre un compromiso y una obligación puede crear enormes espacios de libertad y resolver conflictos internos.

Pensé entonces en qué enriquecedor sería contar con un libro similar de distinciones “lingüísticas corporales”. Si existiese un libro así, sin duda, para mí, el primer capítulo tendría que tratar sobre sentir y doler. Y en él propondría al lector que, cada vez que pensara que algo “le duele”, cambiara simplemente eso, por intenso que fuera, por sentir, y se zambullera en ello.

Creo que la palabra doler, dolor, tiene demasiadas connotaciones negativas. Sociales, culturales, emocionales… Pero la frontera entre sentir y doler no es clara, ni constante. Lo veo cada día en las clases de yoga. Alumnos que llegan nuevos y les cuesta sostener posturas con estiramientos intensos, porque “duelen”, añadiendo a la incomodidad física evidente una resistencia mental y emocional. Hasta que ese mismo alumno hace la misma postura una vez, y otra, y otra más, y empieza a familiarizarse con la postura y el estiramiento, que deja de estar cargado de sufrimiento y pasa a ser, simplemente, una sensación. Una sensación que, además, le mantiene en contacto con su cuerpo y presente. Un contacto con su cuerpo que, además, le ayuda a la larga a conectar mejor con sus emociones (¿dónde sino en el cuerpo se reflejan las emociones?).

¿Qué pasaría si la próxima vez que nos duela algo simplemente sintiéramos, indagáramos y nos quedáramos allí quietos? Notando, escuchando, explorando, sintiendo.

About Débora Altit

Periodista con más de diez años de experiencia en Periodismo y Comunicación, buena parte de ellos en China. Profesora de yoga, yogaterapia y meditación. Coach y practitioner de PNL. Con formación en Proceso Corporal Integrativo (PCI) y Análisis Bioenergético. Me apasiona todo lo relacionado con el desarrollo personal a través del trabajo integrado de cuerpo y mente.
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